Lectura quincenal

noviembre 09, 2013
Penélope Green. 
La canción de los niños perdidos

Béatrice Bottet


PRÓLOGO

Londres, década de 1880,
diciembre

James Alec Green se estaba muriendo.

"Me voy a quedar sola, completamente sola", pensó sorprendida y perpleja su hija Penélope, que lo velaba junto a su cama.

- Penny -dijo su padre con voz débil, en medio de un ataque de tos-. Creo que es hora de ordenar mis carpetas de trabajo. ¿Puedes ir a buscarlas?
- Papá, tienes que descansar... Nos ocuparemos de eso más tarde.
- No, ayúdame a apoyarme en los almohadones.

En la habitación de James Alec Green ardía un buen fuego. En la bonita casa londinense hacía un calor sofocante. Fuera, diciembre traía consigo corrientes de aire frío y húmedo que arrastraban una nube de polvo denso. En los barrios bajos, los pobres debían de estar muriendo de frío.

Pero James Alec Green, periodista e investigador del Early Morning News, era rico y en su casa no se escatimaba ni en leña ni en carbón.

- Penny -jadeó el enfermo cuando la joven volvió cargada con carpetas de colores-, he hecho todo lo que he podido por ti, por tu futuro.
- Lo sé, papá, gracias.
- El notario lo ha dejado todo arreglado. Te he dejado todo a ti: estás emancipada, no tendrás tutor, ni carabina, ni marido. Eres joven, eres lista, eres libre. Podrás llevar tu vida como te plazca.

¿Libre? ¿Se es libre cuando se es chica y se va a quedar una sola en el mundo? Penélope se esforzó en poner buena cara para que la última imagen que viera su padre no fuese un rostro enrojecido y lleno de lágrimas.

Puso las carpetas en sus rodillas y leyó los títulos en voz alta. Su padre le hizo ordenar los documentos en montones, indicándole a qué servicio o a qué colega debía dárselos. al final, solo quedó un informe titulado 21 Foxglove Court.

- Y por último, queda este -anunció Penélope mientras abría la carpeta.
- ¡No lo mires! -exclamó entonces James Alec Green con un sobresalto inesperado-. Dame eso.

Cogió la carpeta, pero cayeron al suelo varios papeles, algunas fotografías, recortes de periódicos y cartas.

- ¿Qué es eso? -preguntó intrigada Penélope mientras los recogía.
- Nada que pueda interesarte -respondío Green mientras se apresuraba a meter en la carpeta los papeles que ella le tendía, como si quisiera disimularlos-. Ayúdame a levantarme.
- Papá, sé razonable.
- ¡Haz lo que te digo!

Con el informe 21 Foxglove Court fuertemente agarrado, se dirigió hacia la chimenea. Entonces, con un gesto brusco, lo arrojó todo al fuego. Las llamas refulgieron con vigor y, al instante, ante la mirada atónita y triste de Penélope, de todo aquello no quedaron sino cenizas.

- Ya está -dijo Green con una especie de sollozo mientras se volvía a acostar-. Así estaremos tranquilos. Así tú estarás tranquila.
- Pero, ¿por qué, papá? Ese informe parecía importante.
- Muchos años de esfuerzos... -murmuró con dificultad Green-. No hay que volver a pensar en ello, es demasiado tarde. Ya no tiene importancia. Déjalo...

El desgraciado ya no conseguía terminar las frases. Su rostros estaba lívido. La pulmonía lo llevaba lentamente a la muerte.

[...]

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