¿Cómo saber si son o no personas reales?

julio 27, 2010
El arte de hacer comedia

Dirigido por: Carles Alfaro


Sinopsis de la obra
El director de una compañía de teatro acude al despacho del nuevo Gobernador De Caro, el mismo día en que éste toma posesión de su cargo. El artista invoca la ayuda del político, ya que su teatro acaba de desaparecer a causa de un incendio. El Gobernador, que en principio se había animado a hablar de teatro, despide al director ofreciéndole una ayuda para el viaje de la compañía, pero negando su asistencia al teatro por falta de tiempo que perder. Ante la insistencia del orgulloso hombre de teatro (que no está dispuesto a recibir la ayuda del político sin ofrecer su arte a cambio), el Gobernador le expulsa del Palazzo, arrojándole el pliego de ayuda de viaje. Pero el comediante sale llevándose el papel equivocado: la relación de visitas que De Caro debe atender esa tarde, y amenaza con enviar a sus actores y hacerles pasar por las personas que el Gobernador ha de recibir. Así, irán desfilando sucesivamente por el despacho de gobernación un médico, un párroco, una maestra... Cada uno cuenta sus problemas particulares y el Gobernador no logrará despejar la duda de si son en verdad las personas reales o personajes de ficción encarnados por los actores de la compañía de teatro…

Crítica


La función comienza y aparece un hombre ya entrado en años caminando entre las butacas hablando del desastre que les ha sucedido a él y su compañía de teatro. Sobre el sombrero se pone literalmente a nevar y el hombre sigue con su discurso sin subir al escenario. A esta escena se unen un conocido suyo y la dueña de un bar cercano. Con este casi monólogo, el director de la compañía (el del sombrero) nos cuenta a los espectadores su visión del teatro, de cómo se debe hacer teatro, de los incidentes que ocurren en el teatro (“La función continuará en unos instantes”, dice Enric Benavent, el actor que da vida a este entrañable director), etc. Y por supuesto, nos cuenta el terrible accidente que ha sufrido la carpa donde representaban todas sus funciones: el incendio del que no pudieron salvar nada excepto algunas prendas de vestuario y el maquillaje con el que todos los actores se podían hacer altos, bajos, gordos, chepudos… El director llega a la conclusión de que irá a visitar al nuevo Gobernador de la localidad para que le ayude.

El Gobernador está representado por un genial Pedro Casablanc, quien se encuentra con el desastre que ha dejado tras de sí su antecesor: millones de carpetas, de archivos a los que atender. Tan impresionante como su actuación, la de José Luis Alcobendas, el secretario, con sus desternillantes expresiones que le dan a las escenas una comicidad segura.

Cuando llega Campese, el director de la compañía, a la casa del Gobernador, el secretario hace todo lo posible por que la conversación sea corta, pero el Gobernador se muestra interesado en lo que ese hombre tiene que contar y se abre a la conversación que más dolores de cabeza le dará. Campese le pide un favor –acudir a su representación para animar al público de a pie a ir al teatro (parece ser que no iban porque lo veían como algo de élite, ya que no era tan popular como la carpa) – y el Gobernador se lo deniega alegando argumentos como que el tema de la obra y su título (“Por el ojo de la cerradura”) no parecían de interés. A cambio, el Gobernador le pretende dar un permiso para viajar hasta donde se encuentra otra compañía amiga de la de Campese, pero sin querer su secretario le da la lista de visitantes que el Gobernador pretende recibir a lo largo de ese día. Entonces, Campese le amenaza con enviar a su compañía de actores disfrazados de médico, de cura… para comprobar si las escenas populares, cotidianas, las conversaciones privadas (temas presentes en su obra) eran de interés o no.

Y ahí es donde comienza la hilarante segunda parte.

Al despacho del Gobernador, acuden personajes destacados del pueblo como el médico, el cura, el boticario o la maestra. Cabe destacar las conversaciones con los dos primeros.

La escena con el médico es de las más largas y en ella el médico cuenta unos hechos sorprendentes y quiere que se lo reconozca su valía y que no se le atribuyan todos sus méritos al Cristo que hay en la plaza del pueblo, enfrente de su casa, y que, en cambio, todos sus fracasos sean sólo culpa suya. En la conversación se mezclan palabros relacionados con el teatro, debidos a los cuales el Gobernador cree que es un actor que se está desviando de su personaje y volviendo a las tablas. Sin embargo, cada vez que trata de pillarlo preguntándole cosas como “¿Y cuántas veces lo representó?” o “¿Y entonces bajó el telón?”, el médico responde con naturalidad “varias veces” o “¿Qué telón?”.

La escena con el cura tampoco tiene desperdicio En ella vemos a un típico cura de pueblo, sus maneras de andar, de sentarse, de hablar… En este caso, el cura es un tanto guarro y llena el despacho de piel de castañas.

Como pega, la escena de la maestra que casi no tiene fuerza y no aporta demasiado a la obra.

El final es magistral y animo a todo el mundo que vaya a ver la obra a descubrir antes de que Campese diga su última frase a descubrir de qué se trata. Se puede, en serio. No es difícil y le da a la obra la ambigüedad sobre la que está basada: ¿Son las personas del pueblo que han ido al despacho del Gobernador reales o son actores fingiendo que son lo que no son?

Imprescindible.


Puntuación del teatrómetro:

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Información sobre la obra

* Fecha: 01 de julio de 2010 al 01 de agosto de 2010
* Lugar: Teatro Español - Sala Principal
* Dirección: C/ Príncipe 25
* Precio: Entradas de 4 a 22 €. Martes y miércoles 25% dto.
* Duración: 2 h. aprox. sin descanso

1 comentario:

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